En este mundo afinado por la sombra de un mundo paralelo, una mujer alada, teniendo una corona en una mano y en la otra una palma, a vado, cruza un océano reiéndose de las olas cautivadas por su gracia.

Sobre ella mi mirada persiste.

Afectado en el corazón por la potencia de la blancura que irresistiblemente en la sombra defiende, me quemo con seguirla.

En la sombra afinada de un mundo paralelo, la vida va, viene y la lluvia, la última razón del cielo, descuidando sus favores, fiel a los principios de las cosas, se lanza el alma serena hacia la acera de en frente dónde los hombres, sobre las orillas del día, se ocupan a volver a pintar el mundo.